Plena era 2.0 que coincide con el regreso del papel. Podría parecer una incongruencia o la mayor de las incompatibilidades pero es, sin embargo, la demostración más evidente de que lo moderno y lo tradicional pueden convivir en plena sintonía y de que su alianza puede dar como resultado un negocio rentable.
Un concepto que parece tener muy claro la start up londinense Berg. La firma, especializada en el diseño de productos, ha creado Little Printer, el último grito en tecnología que, paradójicamente es un gadget que no supone ningún avance. Se trata simplemente de una impresora que, a pesar de su aparente sencillez, engatusa como nadie a analistas y a bloggers del mundo de la tecnología.
La explicación radica en que la impresora en sí es sólo un eslabón de una cadena que abarca todo un servicio en la nube. Funciona de la siguiente manera: los usuarios se suscriben a determinados contenidos y desde sus smartphones imprimen aquello que consideren interesante en cada momento.
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