Qué es la sucesión de Fibonacci o regla áurea

Si observamos la disposición de las semillas en esta preciosa flor de girasol, vemos que están armónicamente distribuidas siguiendo una secuencia proporcional. Lo que igual no sabíais es que también estamos viendo una sucesión matemática que es una constante en el mundo vegetal y en la naturaleza en general: es la llamada sucesión de Fibonacci, en la que cada cifra es la suma de las dos anteriores (por ejemplo 1, 1, 2, 3, 5, 8, 13, 21, 34, 55, 89, 144, 233…).

Los cocientes sucesivos llegan a un número irracional concreto, el 1,618033989… el llamado número áureo, número de oro o divina proporción entre otras denominaciones.

Este número misterioso está presente en innumerables lugares de la naturaleza: en los pétalos de las hojas, en el grosor de la ramas, en la distancia entre el ombligo y la planta de los pies de una persona, en los caracoles y conchas de crustáceos ,en las hojas de las alcachofas, en la cornamenta de las cabras … hasta en la configuración de los cuerpos celestes del universo. Y de la naturaleza ha pasado a la estética.

El número áureo ha interesado a intelectuales de diversas disciplinas desde hace al menos 2.400 años Desde el renacimiento, la divina proporción es considerada por artistas y arquitectos como indicador de perfección y belleza. Muchos de estos artistas han aplicado la proporción áurea a sus obras, como modelo su perfección estética.

Un ejemplo es el archiconocido Hombre de Vitrubio por Leonardo Da Vinci, puesto como ejemplo de perfección estética. También se aprecia la aplicación de esta regla en la composición de la Mona Lisa o anteriormente en el Partenón.

La fascinación por la divina proporción continúa hasta nuestros días, expandiéndose del arte a campos como el diseño. Podemos comprobarlo hasta en la proporción de las tarjetas de crédito, dividiendo el ancho por el alto de las mismas obtenemos1.1618: el número aúreo.

En el siglo XXI, la divina proporción ha llegado hasta internet y las nuevas tecnologías como modelo estético y armónico, con ejemplos tan cotidianos como la composición de la web de Twitter o el logotipo de Apple.